sábado, 28 de octubre de 2017

La máquina no tan invisible

Cinco músicos rosarinos presentan su primer disco de tango
Guadalupe Martínez                                                               
En el evento de la presentación del primer disco de La Máquina Invisible los integrantes rogaban que los asistentes estén allí media hora antes de la programada para iniciar. Pero como siempre, faltan treinta minutos exactos y en la puerta no hay mucho más de diez personas.
En los quince minutos siguientes se llena el hall de entrada al teatro ubicado a orillas del Río Paraná y para las nueve de la noche ya se encuentra allí la mayoría de la audiencia. No obstante, no para de llegar gente. Veinte minutos pasada la hora estimada para empezar, se abren las puertas. La gente se acomoda, se bajan las luces y un señor aparece en el escenario,  pide silencio y presenta al quinteto que todos esperaban: La Maquina Invisible. El público estalla cuando los nombran y aparecen sobre el escenario.
Quinteto La Máquina Invisible en la presentación de su primer disco
Los cinco jóvenes empiezan a tocar sin dar ningún discurso previo. Al finalizar la primera canción, el pianista se acerca a un micrófono ubicado en la punta del escenario y saluda en nombre de todos los integrantes. No puede borrarse la sonrisa que le achina los ojos. Menciona el nombre de la próxima canción y vuelve a sus teclas blancas y negras.
De allí en adelante todo surge de una manera casi natural. Los pases entre canción y canción se llenan de aplausos, chiflidos y uno que otro grito. Entran y salen artistas invitados de todo tipo: dos cantantes, un chico que toca el violonchelo y hasta un saxofonista. Para las últimas piezas invitan al escenario una orquesta de cuerdas, compuesta por cuatro violines más el violonchelo.
La sala Príncipe de Asturias llena en la presentación del disco
Cuando finaliza la última canción el Teatro Príncipe de Asturias ya está lleno. Toda la audiencia se alza en pie para esbozar el aplauso más ruidoso de todo el espectáculo. Se retiran del escenario los músicos invitados y quedan allí parados los cinco protagonistas de la noche, todos con la misma sonrisa de oreja a oreja. Sus nombres se escuchan entre el público, que no se cansa de elogiarlos, aún cuando se retiran del escenario. El público se calma y empieza a desconcentrarse, pero queda en el aire el grito de un señor que antes de retirarse, se gira y dice “¡Vamo la maquina!”. 

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