martes, 29 de octubre de 2013

Danza y pasión en el Saulo Benavente

Camila Zenlussen.
El sabado 26 se presentaron varios números coreográficos de diversos géneros musicales, entre ellos, el de la Academia Salseros y Rumberos Rosario.
Presentación del estilo femenino de la Academia Salseros y Rumberos Rosario en el Teatro Saulo Benavente. PH: Jorgelina Ferreyra.

El sábado 26 al fin llegó el gran momento, la coreografía que habían ensayado una y otra vez a lo largo de todo el año iba a presentarse en la Sala “Saulo Benavente” de Rosario. Era un grupo de 22 personas de edades muy variadas -desde una joven de 14 años hasta hombres y mujeres mayores de 50-, más el profesor y coreógrafo Juan Pablo Rizzardi. Él es quien coordina y dirige la Academia de Salseros y Rumberos Rosario, en la que se dan clases de ritmos latinos, pero fundamentalmente de Salsa. Es una academia nueva, en septiembre cumplió su primer aniversario y este baile fue el primero en representar a la institución. Ese fue otro factor influyente para alcanzar el alto nivel de energía y de emociones que se vivió esa noche.
La coreografía constaba de tres ritmos: la primera parte de Merengue bailado por las mujeres, luego entraban los varones para comenzar la Salsa y, por último, Bachata. Los bailarines fueron convocados a las 19, y el show estaba programado para las 21, de manera que el público comenzó a llegar a las 20.30. Era una noche en la que también se presentaban coreografías de otras academias y de diversos ritmos: Tango, Brasilero, Urbano. Las familias y los amigos de todos los que se presentaron llenaron el teatro. Salseros y Rumberos fue el primer grupo en llegar, y victoriosamente se apropió de un buen espacio para colocar las pertenencias de cada uno, las bebidas y en donde las mujeres terminaban de producirse para la función.
Unos minutos después de la llegada, y antes de vestirse, a cada grupo se le permitía ensayar una vez en el escenario, para medir el espacio y probar el piso. Cuando se dirigieron al escenario, atravesaron las bambalinas y vieron la cantidad de banquetas desde ahí arriba, quedaron sorprendidos. Varios expresaron el miedo que sintieron, los nervios: “Y pensar que eso va a estar lleno de gente”, se escucho por lo bajo. Algunos más asombrados que otros, pero todos predispuestos, se colocaron en sus lugares para ensayar, una vez más, el baile que ya repetían de memoria. Todo salió bien. Establecieron sus ubicaciones en el escenario y al terminar volvieron al salón en donde estaban.
Mujeres maquillándose, otras peinándose, parejas practicando pasos de baile, algunos sacando fotos y filmando las caras de ansiedad y nervios de los compañeros, otros fumando afuera, algunos sentados en el piso simplemente esperando el momento. Para las 22 ya estaban todos listos, sólo restaba esperar el turno para tomar el escenario. El profesor, los reunió a todos un momento para decir unas palabras, les recordó el esfuerzo y la dedicación que pusieron a lo largo de todo el año para lograr que esta noche valga la pena y los alentó a disfrutar el momento, a disfrutar su momento. Armaron una ronda y luego de colocar todas las manos en el centro gritaron: ¡Salseros y rumberos! La energía que se percibía era muy intensa, una mezcla de emociones que se plasmaban en cada uno de los rostros.

Al final, el público les brindó un aplauso caluroso y enérgico. Toda la coreografía salió mejor de lo que esperaban y si alguno se confundió, nadie lo notó. Aunque unos segundos antes de comenzar, un pequeño inconveniente técnico asustó un poco a los bailarines. Cuando las mujeres estaban en sus posiciones para iniciar con el Merengue, la canción que empezó a sonar no era la correcta. Luego de tres intentos fallidos, al fin el DJ puso la adecuada. A partir de ese momento, nada importó. Al terminar, el alivio, la alegría, los abrazos, algunas lágrimas y mucha satisfacción se adueñaron de los corazones de cada uno de los bailarines. Se trató de aproximadamente siete minutos en los que 22 personas dejaron todo arriba del escenario.


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